Me reduzco inevitablemente a un par de letras oscuras como la noche, suaves como tus besos de terciopelo y distantes como tu caminar.
Aquí estoy de nuevo, donde comencé y sigo terminando el principio de lo que llamo “correr”… ¿Correr?... Bien, me interesa conocer cuántos significados podemos darle: correr hacia adelante, hacia atrás, ambos lados, hacia ti, lejos de ti, hacia la nada y hacia el todo, y puedo seguir la lista, mas lo que importa es la acción: Correr… Sin embargo, existe algo que me atormenta… ¿Se puede usar esa poderosa unión de vocales y consonantes con los recuerdos, besos, noches cálidas, música etérea y labios de mar a tu memoria y tu olvido? Sí.
Sí, tal vez te extrañe el inicio de esto, el porqué de esto, y el final de esto. A mí también me extraña…
Me extraña el no verte cada mañana en mi silencio, me extraña el no recordarte en mis olvidos, me extraña no poder dibujarte en las paredes de mis labios, me extraña el que quiera extrañarte con todas mis fuerzas, y no poder decírtelo…
Y no poder decírtelo al oído, a tu piel, a tu sombra simétrica, a tus manos que exclaman el roce de las mías, a tu delgada voz quebradiza, a tus lágrimas intactas, a tu mirada silenciosa, a tu partir…
Tu partir, es duro como el frío, el sonido estruendoso del crujir de mis huesos al fusionarnos en un último abrazo, los suspiros que se van melancólicos al cielo para perderse en este mar de recuerdos, en esta vida confusa, desértica e inerte, pero, antes de partir...¿Puedo darte un beso?
Para ti, el único viento que ha tocado el alma de mi sonrisa... Mariana.
Rodrigo Pérez Téllez